Wade y su estatua


El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, inaugurará el próximo día 3 de abril su faraónico y controvertido monumento a la posteridad denominado “Renacimiento Africano”, coincidiendo con el 50 aniversario de la proclamación de la república. Se trata de una edificación levantada en una colina, con mano de obra norcoreana, que supera en altura a la Estatua de la Libertad. La colosal obra, esculpida en bronce y de estética soviética, ha costado unos 18 millones de euros, y representa a un hombre musculoso que sujeta a un niño con su brazo extendido hacia el océano Atlántico y a una mujer detrás de ambos.

El proyecto, como no podía ser de otra manera, ha generado una gran polémica dentro y fuera del país vecino, no sólo por el enorme coste de su realización, en un estado en el que el 60% de la población sobrevive con menos de un euro y medio al día y recibe fondos de cooperación al desarrollo para luchar contra la pobreza, sino también porque Wade se arroga el derecho de quedarse con el 35% del dinero que genere la instalación por ingresos turísticos, por ser su “diseñador” o creador intelectual.

Tampoco a la mujer senegalesa, el centro y fortaleza de la comunidad, le ha gustado que la representen semidesnuda, como un objeto sexual, y dependiente del hombre, cuando suele ser todo lo contrario, ni a las comunidades religiosas la decadencia que representa este vellocino. Por su parte, la influyente minoría cristiana, que equivale tan sólo al 6% de la población, ha venido protagonizando algunos disturbios porque al mandatario musulmán no se le ocurrió otra cosa que defender el monumento, en su discurso de fin de año, diciendo que lo que sí era ridículo era rezar a alguien que no es Dios, sino un profeta menor.

Ahora bien, parece ser que el proyecto no sólo comprende este conjunto escultórico, que los acólitos del presidente defienden como un símbolo de la liberación de África tras siglos de opresión, sino también la construcción de una sala de exposiciones, cines, un museo sobre las grandes figuras del panafricanismo y un ascensor que subirá hasta el hombro de la figura del hombre, desde donde se podrá disfrutar de una vista panorámica de la ciudad, de la que una gran parte son barrios pobres, y su periferia, un cúmulo de chabolas y miseria. Otros críticos lamentan que el niño señale el camino de un mar en el que han muerto muchos jóvenes senegaleses intentando alcanzar las costas de Canarias en pateras.

Lo que no se entiende de ninguna manera es que la década del socialista Wade, salpicada en estos últimos años por la corrupción y la indiferencia hacia las clases más necesitadas, que ha llevado incluso a que importantes líderes religiosos soliciten la alternancia en el poder, la cierre el presidente con esta prueba desproporcionada de ostentación que hiere la sensibilidad de los senegaleses y que confirma, una vez más, que el gobierno está muy lejos de los importantes problemas a los que se enfrentan los ciudadanos.

El “Renacimiento Africano” pasará a la posteridad, sin duda, pero no como símbolo de ninguna liberación del continente, sino como una prueba monumental de la megalomanía de la que son capaces algunos mandatarios de un continente que no termina de apurar nuestra capacidad de asombro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario