Tarfaya se ha convertido
poco menos que en un hito en el horizonte de las relaciones de Canarias con el
continente cercano. Su puerto apenas despuntó como enlace reciente entre
Marruecos y Fuerteventura porque, tras una incipiente singladura de pocos meses
en 2008, el barco que llevaba a cabo el servicio, el buque Assalama de la
compañía naviera Armas, naufragó debido a las características, orientación y el
tamaño de las instalaciones, poco adecuadas para este tipo de tráfico y naves.
Ahora, y tras un largo periodo de obras, la nueva infraestructura está a punto
de ser concluida y pronto estará operativa para sustentar ese puente marítimo
de menos de un centenar de kilómetros hasta Puerto del Rosario.
Su apertura
estaba anunciada para el pasado mes de junio, pero se ha ido retrasando y ahora
las autoridades marroquíes fijan el plazo para final de año. Está por ver qué
ocurrirá a partir de ese momento, pero por lo pronto ya han mostrado su interés
en el servicio tanto la propia Armas como la otra referencia naviera interinsular
de Canarias, Fred Olsen, seguramente por las cifras que arrojó la breve
experiencia del Assalama, que transportó en cuatro meses 8.000 pasajeros y nada
menos que 40.000 vehículos.
Las expectativas son muchas porque las autoridades
marroquíes están empeñadas en el despegue de lo que ellos llaman las provincias
del sur, es decir, el Sahara Occidental, para descentralizar el desarrollo y de
paso acallar, si ello pudiera ser posible, las legítimas pretensiones de
independencia del pueblo saharaui, que constituye en cualquier caso la parte
delicada de la operación.
Aparte de este importante detalle, y dando por hecho
que, como en la experiencia pasada, no hayan impedimentos políticos o
estratégicos, la oportunidad económica para las islas no es poca, puesto que el
puerto se haya justo en el centro del país, por donde pasan las carreteras que
transportan no solo todas las mercancías que fluyen desde el norte para cumplir
con la expansión urbanística que acomete Rabat desde hace años desde la región
de Souss Massa Dráa, y más concretamente del Gran Agadir, hasta Dakhla; sino las
materias que suben de las regiones subsaharianas y podrían acortar camino desde
los puertos canarios hacia Europa o América.
Lo cierto es que el continente
abre muchas posibilidades para Canarias, inmersa en una gran crisis económica,
con altas tasas de paro, un preocupante desfase de su modelo productivo, que
puede llevarle a un aislamiento como el de mediados del siglo pasado; y con el
fenómeno de la emigración tocando de nuevo a su puerta. África se despereza y
Tarfaya puede constituir quizás una alternativa propicia para rentabilizar una
vez más la ubicación del archipiélago, claro que si el miedo, el tedio o los
caudillos de la negación no lo paralizan antes.