El sur existe


Que algo está cambiando en la correlación de fuerzas de las regiones pobladas del mundo es obvio. Si no que nos lo digan a nosotros, que hace un lustro éramos tan felices con nuestro estado del bienestar y ahora andamos pasmados con todas esas teorías económicas, nomenclaturas financieras y galimatías de nuestros afamados expertos, políticos y chamanes diversos, quienes todavía pretenden perpetuarse en la punta del mástil de este barco que parece hundirse más rápidamente que el Titanic. Es más, me atrevo a afirmar que muy pocos dan con alguna pista para reflotar esta nave que se desmorona, que hace aguas y cuyo timón está partido de tanto golpe improvisado a capella. Cabría preguntarse por enésima vez si lo que nos está ocurriendo no obedece a aquella globalización de la que hablábamos hace años y que se ha convertido efectivamente en el equilibrio resultante de la elevación de las masas dormidas, o bloqueadas, que conforman matemáticamente una porción muy importante del planeta. Lo cierto es que el Informe sobre Desarrollo Humano 2013 de la ONU, presentado recientemente en México, arroja un poco de luz sobre aquellos rincones obscuros demográficos que hasta la fecha compartían con nosotros la existencia pero casi sin ser notados. Así, dice el documento cosas como que el ascenso del Sur no tiene precedentes en cuanto a velocidad y escala y que nunca antes en la historia las condiciones de vida y las perspectivas de futuro de tantas personas habían cambiado tanto en tan poco tiempo. Curioso es el paralelismo que traza al expresar que la revolución industrial fue un acontecimiento de decenas de millones de personas mientras que la actual -tecnológica- concierne a varios miles de millones, o que por primera vez en 150 años la producción conjunta de las economías líderes del mundo en desarrollo (Brasil, China e India) equivale al PIB combinado de las principales potencias industriales occidentales (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y EEUU). Sostiene, en cualquier caso, que el proceso está sucediendo de forma tan veloz por la mayor interconexión global debida a los transportes y a las nuevas herramientas de comunicación (Internet, redes, telefonía móvil, etc.). En cuanto a África, el estudio señala que, a excepción de solo dos países, Lesoto y Zimbabue, que retrocedieron, el resto de estados del continente vecino han avanzado en mayor o menor medida en las tasas de Índice de Desarrollo Humano. En última instancia, como nuestras autoridades parecen no haber llegado todavía al lugar de los hechos, más nos vale convencerles entre todos de que es muy conveniente ponernos en marcha cuanto antes para sumarnos a esa convergencia imparable que traerá, ya con toda seguridad, un nuevo orden mundial.

Limbos


Médicos Sin Fronteras se va de Marruecos. La organización lo ha anunciado esta misma semana, vencida, por lo visto, por el hartazgo, o la impotencia, de ver que la situación de los inmigrantes subsaharianos se agrava por el bloqueo sine díe en el que se encuentran y por el recrudecimiento de la beligerancia con la que son tratados por la policía, según expone en su informe titulado “Violencia, vulnerabilidad y migración: atrapados a las puertas de Europa”. La escena no es nueva y viene dada, a nadie se le escapa, por las grandes y graves diferencias entre los niveles de vida del norte y el sur en todo el mundo, y por el férreo control y sellado de las fronteras entre ambos hemisferios, ejercidas por sociedades contrapuestas en sus expectativas de progreso. Las imágenes de estos desheredados viviendo de cualquier manera en los bosques del norte de África, a base de cartones y despojos, escapando continuamente del acoso de las fuerzas de seguridad y sin los más mínimos medios de subsistencia, no distan mucho de las de los campos de refugiados de los países más pobres del planeta, algunos de los cuales están entre los 54 estados del continente vecino. Claro que es muy fácil hablar de la represión de las autoridades marroquíes, cuando obedecen a las políticas desplegadas por los vecinos ricos, que no quieren ver ni en pintura cerca de sus verjas fronterizas a estos seres humanos, a través de acuerdos de cooperación que implican el reforzamiento de la vigilancia, tanto por tierra, mar y aire, para que no se nos cuelen como cucarachas. El pacto entre Marruecos y España contra el “crimen transfronterizo” es un cajón de sastre donde cabe cualquier acción o medida que consiga detener el impulso de muchos hombres y mujeres, casi todos muy jóvenes, para alcanzar una dignidad que se les ha venido arrebatando en sus lugares de orígenes por las grandes multinacionales, gobiernos y organizaciones, que esquilman sus recursos naturales o sus tierras, cuando no las compran a precios irrisorios con el fin de cultivar biocombustibles con que alimentar sus desarrollos o producciones agrarias con que sostener a sus poblaciones acomodadas. Ese crimen del que tratan los gobiernos de Madrid y Rabat tiene que ver con la desesperación causada por la desesperanza y con la prostitución a la que deben someterse las jóvenes y niñas que han intentado una y otra vez acceder a Europa, cuando no son violadas por las propias mafias que se aprovechan de la situación de indefensión absoluta en la que se encuentran. Ese crimen tiene que ver con la hipocresía con los que nuestros mandatarios enarbolan eufemismos que esconden un auténtico genocidio, el de la indiferencia sobre unas personas que viven en el peor de los limbos: condenadas a morir por el simple hecho de existir.

Amadou Ndoye

Hay personas que dejan una profunda huella en su camino por la vida. Les conocemos y posiblemente no reparamos en toda la dimensión de su humanidad hasta que un buen día, sin decir siquiera adiós, desaparecen para siempre. Es entonces cuando comienza nuestra memoria a extraer esos registros rescatados de lo cotidiano, camuflados en el ir y venir de todas las historias que, aunque se producen en el presente, terminan de forma tozuda en el pasado. Suele suceder esta cadencia de sensaciones mientras encajamos la derrota del tiempo, la finitud de la existencia y el ejemplo de la llama que se extingue y que nos recuerda puntualmente que el sendero es de una sola dirección, pase lo que pase: el calor desaparece, la cercanía se fuga, las palabras enmudecen, la vía se ciega sin remedio. Esta semana nos asaltaba la noticia de la muerte de Amadou Ndoye. Nadie se la esperaba porque parecía un gigante eterno, imperturbable en su manera de ser, única, a caballo entre sus vertientes senegalesa, por nacimiento, y canaria, por adopción, insólita querencia a nuestras costumbres, giros y guiños. Sé que fue un brillante profesor de Literatura Española en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar, doctor por dos universidades francesas, sorprendente experto en la narrativa canaria y escritor multilingüe, aparte de cronista, crítico, traductor y articulista. Era un arquetipo del estudioso africano, similar a muchos de los que podríamos nombrar en otra ocasión, ya que el continente vecino está lleno de figuras invisibles para nuestras comunidades blancas que remontan, como los salmones, los torrentes más escarpados del saber y de la adaptación a otras culturas. Con Ndoye uno tenía la impresión de estar hablando con alguien que pertenecía a dos mundos muy lejanos, ambos dominados, ambos hasta la fecha impermeables, de los que él entraba y salía sin arrugarse. Y quizás por eso era capaz de enarbolar esa parte real de las cosas que ocurren sin que nadie sea capaz de pararlas, como el hambre, la pobreza y las desigualdades; y porque amaba hasta el tuétano su negritud, la de sus hermanos y la energía que desprende África por los cuatro costados. Todavía me parece estar oyendo su voz pausada en la penumbra mientras deslizaba verdades como puños desde su breve equipaje, el que se permitía tener para cruzar ambas civilizaciones después de repartir su salario entre sus muchos familiares y amigos. Por eso es posible que titulara su última entrevista con esa frase que es como la llave maestra de la esencia más cristalina: “El mundo es de todos o es de unos pocos”. Él practicó la primera opción y por eso aguardó su partida hacia el paraíso en su modesta casa de Dakar. Serena travesía, El Hadji.

Falleció el profesor Amadou Ndoye



Nos acabamos de enterar, maldita sea. Con gran dolor para aquellos que le conocíamos, El Hadji Amadou Ndoye, escritor y profesor de Literatura Española en la Universidad Cheikh Anta DIOP de Senegal, nos ha dejado. Ha fallecido en Dakar, ciudad en la que nació en 1947, víctima de una cruel enfermedad. Eso sí, nos queda el recuerdo vibrante de su lucha por los valores humanos y por la África digna que siempre reivindicó en no pocos foros internacionales sobre la africanidad, que se lo disputaban debido a su gran cultura, sentido común, cercanía y sencillez. Muchos tuvimos la enorme suerte de conocerle y de disfrutar de su presencia en diversas ocasiones, porque era una persona muy relacionada con Canarias y con su literatura, de la que era un avezado especialista, y porque contó siempre con muy buenos amigos en las islas. Esta entrevista tuvo lugar en el año 2008 pero, salvo detalles, creemos que no ha perdido apenas actualidad, desgraciadamente, pues significa que tampoco hemos avanzado tanto en valorar y respetar aquellos aspectos que él siempre defendió de su continente. Es más, algunas de sus aseveraciones suenan ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido, proféticas. Buena travesía, profesor.

¿Cuál es el origen de su relación con el Archipiélago?
He dedicado mi tesis a ocho narradores canarios de los 70, entre los que se encuentran Alberto Omar, Juan Cruz, Víctor Ramírez, Luis Alemany, Luis León Barreto o Alfonso Oshanahan. Por eso tengo este vínculo con Canarias.

¿Cómo se combinan culturas tan distintas como la africana y la occidental?
He tenido la suerte de vivir en un país que se llama Senegal. Mi madre habla el wolof y yo soy musulmán. Aprendí árabe, francés, inglés, español, latín y portugués. Quizás esa circunstancia me haya preparado para abrirme y aceptar todo lo que viene de fuera, aunque tenga los pies bien enraizados en el suelo de mi tierra.

¿Difunde usted la cultura canaria en la Universidad de Dakar?
Imparto una asignatura que se llama Traducción del Español al Francés y de vez en cuando cojo textos de escritores canarios. Hace unos años enseñé durante dos cursos la obra de Alonso Quesada “Insulario” y hace seis utilicé “Crimen” de Agustín Espinosa. También un alumno mío realizó un trabajo sobre Víctor Ramírez, basado en su novela “Nos dejaron el muerto”. Después se lo envié al autor, le gustó y lo público bajo la forma de un libro. Posiblemente otros estudiantes van a hacer también más monográficos. Ahora mismo una alumna trabaja con “Las espiritistas de Telde” de Luis León Barreto. Cada vez que tengo la oportunidad de hablar de Canarias en mis aulas, lo hago.

¿Es optimista en cuanto al desarrollo de su continente con la actual situación financiera internacional?
Los demás deben saber que son parte del problema de África. Mire, el resto del mundo nos pone siempre los mismos sambenitos. Dicen, ustedes son unos pobrecitos. Muy bien, pero no lo somos porque tenemos petróleo, platino, uranio y oro, aunque no son nuestros porque lo siguen explotando las compañías multinacionales de Occidente. Ellos son quienes deciden qué se va a producir y en qué cantidades. Además, intervienen en nuestras elecciones y no nos dejan tranquilos. Son parte del problema y lo deben entender porque, si no, vamos a seguir en apuros. Suiza, por ejemplo, produce muy buen chocolate, perfecto, ¿pero de dónde procede? ¿Los suizos plantan cacao? Se habla del magnífico café vienés, perfecto, ¿ pero dónde se cultiva café en Austria? La gente debería hacerse este tipo de preguntas. ¿Por qué siguen sacando las riquezas de otros países a precios muy bajos y, cuando los exportan manufacturados, nos los ponen muy altos? Éste es el problema de fondo y, mientras esto siga así, la gente va a continuar llegando en pateras porque no somos dueños de nuestras riquezas. Subió el barril del petróleo y nos afectó de una manera brutal, mientras que el aumento de los precios alimentarios nos fulminó, porque producimos lo que no comemos y comemos lo que no producimos. Seguro que esta crisis financiera nos va a azotar.

Al margen de la economía, si hablamos de otros valores, como la espiritualidad, el sentido de la familia, la importancia de los mayores, la religión, etcétera, estamos también muy lejos los occidentales y los africanos, ¿no?
Nosotros seguimos muy pegados al ser humano y nuestras familias todavía no son mononucleares, como las tenemos por aquí. En la misma casa continúan viviendo el padre, la madre y los abuelos, y sentimos mucha preocupación por todos nuestros parientes. Entre nosotros la palabra pariente tiene un sentido sociológico, y lo es el vecino de enfrente, el de al lado, la gente con la que crecí o con los que trabajo habitualmente. De mi salario viven como mínimo entre 30 y 40 personas. Ahora bien, a pesar de todas nuestras dificultades, seguimos compartiéndolo todo y pensando que el hombre es la riqueza primera. Sin embargo, si te imponen desde fuera que hay que ser individualista, eso te plantea un problema. Pensamos que esa no es la vía.

A su parecer, ¿hacia dónde vamos?
Creo que no estamos en el buen camino porque, insisto, no queremos compartir. La crisis financiera es un ejemplo muy claro. Unos cuantos señores han hecho tambalear la economía del planeta para el beneficio de unos pocos. Yo pienso que el problema es éste, el mundo, o es de todos, y nos salvamos todos, o será de unos pocos. Esto va a engendrar desequilibrios y nadie gana con la situación, creo yo.

¿Son concientes en su país de la tragedia que se está produciendo con la muerte de tantos
jóvenes que pretenden llegar a nuestras costas?
Claro, porque son nuestros hermanos, hijos o sobrinos, que vienen y te piden que les encuentres un trabajo. Sin embargo, tú no le puedes proporcionar algo que les satisfaga y desgraciadamente los satélites mandan mucha publicidad que te invitan a comprarte unos zapatillas “nike”, por ejemplo, y para eso sí que somos todos contemporáneos, pero sin el mismo poder adquisitivo. Para mí la solución es sentarse, estudiar y aprender en la escuela, aunque los chicos de hoy piensan que eso va a durar bastante tiempo y tienen prisa por consumir inmediatamente. Viven en el siglo de la velocidad y no siempre le hacen caso a un docente como yo.

Los Objetivos del Milenio para 2015 no se van a cumplir.
Para muchos países no se van a cumplir, lo que significa que va a haber más problemas y que van a tenerse que buscar la vida como pueden, y entre estas maneras estará la de montarse en un cayuco o una patera. Es muy triste, pero, si no mejora la situación económica de África, me temo que estas experiencias extremas las vamos a seguir viviendo.

Visto lo visto con el neoliberalismo o capitalismo salvaje que nos ha dejado este escenario económico desconcertante, ¿no le vendría muy bien a Occidente un poco de esa forma humanizada de entender la vida del africano?

Sí, compartir, porque una de las grandes paradojas de este mundo es que, sin ir más lejos, con el dinero que Estados Unidos gasta cada día en armamento se podría dar de comer a todo los que pasan hambre. El problema de ahora es que el desequilibrio ya no se puede aguantar porque el 20 por ciento de la población del planeta tiene el 80 por ciento de la riqueza mundial. Si esto no se remedia, todos las diferencias que vemos, todas las distorsiones, van a aumentar y nadie va a estar a salvo.

¿Está usted aquí en Canarias como en su casa?
Sí, los canarios me reciben con mucho cariño y la verdad es que estoy entre amigos cada vez que vengo. Soy una especie de francotirador que trabaja con ellos de manera paralela a lo que hacen las instituciones, porque creo que el hombre es realmente el valor sobre el cual hay que apostar.

Sumar, multiplicar


De gran paso cabría calificar la constitución el pasado jueves de la Fundación Canaria para el Control de las Enfermedades Tropicales en Tenerife. Un paso más que hay que apuntar en el haber del Cabildo de esta isla, empeñado en una senda inequívoca de relaciones con África y en una trayectoria tejida pacientemente en pos de  iniciativas que, como ésta, surgen en nuestra breve geografía. “Quien suma, multiplica”, formuló el Premio Príncipe de Asturias Manuel Elkin Patarroyo en el transcurso del acto, una frase que, dijo, solía repetir su padre, “un hombre sabio”, subrayó; como él mismo, apostillo yo; un inmunólogo que afronta la recta final de su gran hallazgo, la tan esperada vacuna contra la malaria, esa enfermedad que infecta cada año a unos 300 millones de personas en todo el mundo, de las que mueren puntualmente en torno a 1,2 millones, una cifra equivalente a las víctimas de “seis bombas atómicas como las de Hiroshima”. Sin embargo, no es el único nombre que se asocia a esta nueva institución, llamada a convertirse en un hito internacional, porque también lo son el catedrático de la ULL Basilio Valladares, el tenaz impulsor del proyecto; el presidente insular y la consejera de Acción Exterior, Ricardo Melchior y Delia Herrera, y un largo listado de colaboradores que aportaron su esfuerzo para confluir en esta andadura que inicia ahora la recién creada entidad investigadora. Como no podía ser de otra forma, también estuvo presente en la ceremonia el continente más cercano, en las figuras de los ministros de Sanidad y Educación de Senegal, Awa Marie Coll y Mary Teuw Niane, respectivamente, en representación del jefe del estado del país, Macky Sall, como presidente de honor de la fundación (con todo el contenido que este hecho puede conllevar), además del ministro de Enseñanza de Cabo Verde, Antonio Leao de Aguiar, y otros representantes institucionales de Angola, Guinea Ecuatorial y Nigeria. Lo que está claro es que sumar y multiplicar, como decía el científico colombiano, supondría a estas alturas para Canarias consolidar retos que, como éste, nos situaran en un lugar privilegiado en el Atlántico Sur y afrontar así, consecuentemente, la letra de los discursos que van y vienen cuando es oportuno en muchas citas que se olvidan después de los postres. Sumar y multiplicar en las Islas equivaldría a una tierra nueva, llena de esperanza en estas horas bajas de fugas y desconciertos; significaría desbrozar cauces a nuestro alcance para evitar la diáspora de nuestros jóvenes ante la falta de oportunidades; a la postre, una opción vital y factible, como han demostrado estas personalidades que han logrado elevar a un primer plano mundial su apuesta apasionante. Enhorabuena.

Juan Carlos Acosta