África desde Canarias
Afirma un aforismo
popular que el pesimista es un optimista bien informado, un oxímoron que me
viene como anillo al dedo para estas letras de hoy. Lo digo porque ya no está
tan claro eso de que las rutas mundiales con destino al occidente africano
pasen por aquí, ni siquiera que esto vaya a cambiar de forma positiva en el
futuro. Y creo que es así porque seguimos atrabancados con la gran asignatura
pendiente del Archipiélago, un mendrugo cada vez más duro que no se reblandece
ni con las “maresías” mañaneras, como es la unidad regional. Es fácil deducir
que para una empresa tan gigantesca y ambiciosa como servir de enlace a tres
continentes hace falta más que los discursos-nana de nuestros políticos, entretenidos
en una partida de ronda robada desde que nos llegó aquello de la democracia (si
es que llegó a llegar), la pequeñez de nuestros chiringuitos o los paseos de nuestros
romeros implicados. Soy de los que piensan que hemos perdido unos años
preciosos en esa apuesta y que el ritmo de África es tan trepidante que nos
hemos quedado en la cuneta. Todos los días surgen informaciones precisas de
movimientos de capitales colosales entre los puntos más distantes del planeta
que confluyen también en latitudes muy concretas del continente cercano. Es
más, las claves ya no son solo los transportes de larga autonomía, que no
necesitan para nada transbordos intermedios porque van directamente de la
fábrica (cada vez más asiática) al consumidor, unos mil millones, en este caso;
ni tampoco las conexiones, dado que vivimos en la mundialización de la
comunicación, una gigantesca red progresiva instantánea (Internet) capaz de
unir todas las antípodas existentes en segundos. Son tantos los intereses que
confluyen en los países cercanos que están comenzando a conformarse entramados
que tienden a operaciones interiores de gran calado. Como ejemplo puede servir una
noticia de última hora que apunta a que el mayor productor de petróleo del
continente, el grupo estatal argelino Sonatrach, que ha batido todos sus
registros en cuanto a cifras económicas se refiere, está a punto de entrar en
el mercado del gas de Costa Marfil a costa de desplazar a las compañías
francesa y suiza que monopolizaban el sector en uno de los países más emblemáticos
y ricos de la controvertida “françafrique” y que hoy se pone en pie tras una
guerra civil que, afortunadamente, parece estar enterrada en el pasado. Reitero
que uno de los graves problemas de Canarias es el jodido pleito insular y
también, añado, que nos tropezamos todos los días con esa aciaga confrontación de
enanitos que nos aleja de la integración y, por tanto, de la fuerza para
abortar el reboso reiterativo de la cantinela que nos ha traído hasta el siglo
XXI, esa de que el mundo (Madrid y Bruselas) nos debe la vida.
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