La sucesión de Wade

Cada vez se habla más en Senegal de la sucesión del actual presidente, el octogenario Abdoulaye Wade, que ha venido gobernando el país durante los últimos diez años. La escena política de la nación vecina se ha encendido desde que apareció en ella su hijo Karim, primero de una forma prudente, con el encargo en 2002 de dirigir la Agencia Nacional de la Organización de la Conferencia Islámica, que ha cambiado notablemente el rostro de Dakar debido a la inversión económica de 57 países musulmanes de todo el mundo, para ostentar en la actualidad las carteras de Estado, Cooperación Internacional, Planificación Regional, Transporte Aéreo e Infraestructuras. Su protagonismo en el Ejecutivo ha sido tan progresivo y meteórico que se ha rumoreado que el padre prepara la “abdicación” en su hijo antes de las elecciones generales de 2012, como si de una monarquía hereditaria se tratara.

Precisamente, esta semana el periódico “Le Soleil” senegalés publicaba una entrevista con el poderoso vástago en la que éste desmentía categóricamente esa posibilidad, en respuesta a una pregunta de un periodista norteamericano, e incluso tachaba la supuesta maniobra de insulto a un pueblo que goza de una de las democracias más antiguas del continente. Añadía que cualquier persona que quiera acceder al cargo más alto del Gobierno debe viajar por todo el país para presentar su proyecto político y ganarse la confianza de los ciudadanos, convenciéndoles de la necesidad de elevar más que nunca los valores de la libertad e igualdad y erradicar la pobreza mediante la creación de empleo.

Sin embargo, las dudas surgen por doquier, no sólo entre los partidos de la oposición, sino también entre muchos de los aliados del presidente, que se han ido distanciando e incluso han abandonado su Partido Democrático de Senegal (PDS), del que es fundador el propio Wade, de inspiración liberal y centrista, y militan actualmente en otras formaciones nuevas. Es el caso de los ex primeros ministros Idrissa Seck, alcalde de Thiès y líder del Rewmi, que en wolof quiere decir “El País”, y Macky Sall, alcalde de Fatick y presidente de la Alianza para la República, quienes se presentaron en las últimas elecciones municipales de 2009 fuera del PDS y asistieron a la debacle del mismo en las ciudades más importantes de Senegal, entre ellas la propia Dakar, a la que Karim se presentaba como cabeza de lista, en favor de Khalifa Ababacar Sall, del Partido Socialista.

Lo que está claro es que muchos observadores siguen insistiendo en que el sueño de Wade para que le suceda su propio hijo no ha desaparecido y que estos dos años que quedan hasta las próximas elecciones servirán para comprobarlo, dado que se espera que ambos van a tener un desesperado protagonismo en futuras acciones para encausarlo y deberán luchar contra la desintegración del PDS y la efervescencia de los partidos de la oposición, cada día más unidos y agraciados paulatinamente con el apoyo popular. El anciano presidente debe ahora diluir el foco de atención que se ha posado sobre Karim, reconstruyendo su partido, atrayendo a los huidos, despejando la acción de gobierno, atajando las corruptelas y elevando el papel de la mujer, tanto en la sociedad senegalesa como en las instituciones, y así, quizás, pueda lograr colocar alguna herencia política consanguínea en el futuro del país.