La organización humanitaria británica Oxfam denunció esta
semana en un estudio que los medios de comunicación priman de forma exagerada las
informaciones negativas y desesperanzadoras sobre el continente vecino. El documento
asegura que las tres cuartas partes de los ciudadanos consultados confiesan que
se han vuelto insensibles a las imágenes sobre malnutrición y pobreza, así que la
institución atribuye a esa circunstancia el fuerte retroceso registrado en la
donación de fondos de cooperación privados para países en desarrollo. Aunque
pueda parecer interesada o llamativa esta afirmación, los que buceamos en
noticias africanas sabemos a qué se refiere y sí que podemos respaldarla sin
reservas, puesto que es constatable su grado de certeza tan solo echar un
vistazo a la actualidad diaria y extraer las escasas referencias a un
territorio que alberga la séptima parte de la población mundial. Lo que emerge
de cada noticia o breve está relacionado casi siempre con las hambrunas, las
guerras o las catástrofes, como si estos aspectos terribles, pero marginales,
fueran los únicos que pueden atraer la atención del lector/espectador. No
solemos enterarnos, por ejemplo, de que África es el continente en el que más
crece el consumo de móviles, y que, de una población de mil millones de
habitantes, hay setecientas mil millones de tarjetas sim activas; o que una
compañía congoleña arrasa con la fabricación de smartphones y tabletas de bajo
coste, con la expectativa de convertirse en lo que apple es para EEUU o samsung
para Asia. Tampoco hemos sabido que un muchacho de 16 años de Sierra Leona
asombra a los ingenieros norteamericanos construyendo dispositivos
electrónicos, emisoras de radios, generadores y baterías partiendo de los
desechos que recoge en los basureros de su pueblo; ni que existe un fenómeno
denominado “crowdsourcing” que consiste en el uso de la tecnología por parte de
muchos jóvenes para solucionar los problemas de sus comunidades y crear redes
de cooperación instantánea, o de las incidencias crecientes de la denominada iniciativa
“cheetah”, empresarios flexibles e innovadores que no esperan más por sus
líderes y gobernantes para mejorar sus vidas. Hay muchas Áfricas ahí al lado,
pero nos empeñamos en ignorarlas y en fijar un cliché obsesivo de primitivismo
y desahucio generalizado, como si se tratara de una gran grisalla de estados
parias, que se evapora afortunadamente con toda rapidez gracias a los avances telemáticos,
su profusión y a la enorme curiosidad y modernidad procedente de las fuerzas menos
envejecidas del planeta. Por eso no es de extrañar que la frase que recorre el
continente cercano entre las nuevas generaciones sea cada vez más que “el
problema es el gobierno”.