La nueva África



Los ecos del debate internacional sobre el continente vecino que se inició en la capital de Costa de Marfil, Yamoussoukro, a raíz de la celebración del 50 aniversario de su independencia, a principio de este mes, parecen haber polinizado una gran parte de la intelectualidad africana. Al lema inicial de “Otra África está naciendo” del presidente local, Laurent Gbagbo, ha seguido la intervención de muchas personalidades que han postulado por la definitiva descolonización de los países subsaharianos. Incluso algunos ponentes llamaron a dejar los eslóganes para tomar el toro por los cuernos y han exigido el máximo de los esfuerzos en pos de la libertad.

Cabe preguntarse a estas alturas por las razones que impidieron que las naciones africanas no hayan logrado hasta la fecha integrarse en la mundialización, tal y como hicieron los asiáticos, y que el medio siglo transcurrido desde las independencias de éste y otros tantos 17 estados vecinos no haya sido suficiente para consolidarlos, en base a procesos constitucionales válidos y estructuras democráticas generales equilibradas. Eso sí, lo que han intentado los ponentes del congreso denominado “La independencia y sus perspectivas en África” es estimular la capacidad de los negroafricanos para poner en marcha una nueva era de integración a través de la comunión panafricanista y de una “tormenta de ideas” que contribuya a despejar los obstáculos que llevaron al fracaso a la mayoría de los países del entorno.

Los expertos han analizado aspectos políticos, sociales, económicos, culturales, educativos, medioambientales y de seguridad con el fin de comenzar a construir el futuro desde las bases de una nueva forma de aplicar las características multiétnicas de las realidades subsaharianas, y han proyectado las conclusiones correspondientes en el marco de los próximos 50 años. Asimismo, le han dado un valor crucial a la juventud y han enviado mensajes para que aprendan de las lecciones del pasado y de los errores que han jalonado el devenir de los acontecimientos desde los años 60, cuando se creyó que el futuro del continente vendría dado simplemente por el hecho de que se retiraran los colonizadores y dejaran tras de sí las estructuras administrativas y los edificios creados para la gobernanza de los pueblos.

Además, algunos intervinientes han dibujado un porvenir demasiado optimista en base a un inminente boom económico continental, debido sobre todo al alza de los precios de las materias primas, que permitirá un rápido crecimiento, aunque también han advertido del peligro de la corrupción y de la verticalidad de las instituciones públicas, que ahoga el desarrollo de un tejido social y productivo poco evolucionado debido a la endogamia del poder. Intentaron dejar claro que para que triunfe el afrooptimismo frente al afropesimismo deben removerse muchos obstáculos, empezando por resolver el problema de la falta de correspondencia entre las aspiraciones y voluntad de las poblaciones y las clases dirigentes, clientelistas y alejadas de la realidad, algo que supone uno de los grandes obstáculos al progreso de las regiones.

En última instancia, lo que se echa de menos es la irrupción de nuevos líderes íntegros, formados y preparados que, como Nkruhma o Sankara, sean capaces de afrontar los difíciles retos que se presentan para que las sociedades africanas logren emprender esa senda propia que ponga ante los ojos del mundo la nueva África que vislumbra el propio Gbagbo.