Corrupción silenciosa

El Banco Mundial acaba de acuñar una nueva variedad de corrupción, la “silenciosa”. La ocurrente figura ha sido bautizada en el contexto de su recientemente horneado informe “Indicadores de Desarrollo de África 2010”, donde el organismo atribuye el origen de la misma al “fracaso de los funcionarios públicos a la hora de entregar bienes o servicios pagados por los gobiernos”.

Teniendo en cuenta que entre los 47 países subsaharianos hay un amplio espectro de estadios evolutivos, sí que es verdad que un denominador común a todos ellos son los excesos burocráticos, un gran telón que puede ayudar a esconder ese absentismo interesado en busca de favores o de redondeos salariales, algo que, por otra parte, tampoco nos resulta tan desconocido en la vieja Europa.

El documento pone como ejemplos que los maestros de enseñanza primaria faltan al trabajo entre un 15 y un 25 por ciento del tiempo, o que la atención médica en muchos medios rurales es ineficaz debido al absentismo, al robo de materiales y a la falsificación de medicamentos; y que en el sector agrícola los fertilizantes han sido inútiles porque carecen de los nutrientes necesarios.

Añade el BM que la corrupción silenciosa produce una expectativa cada vez más negativa de las prestaciones públicas y afecta sobre todo a las familias pobres, pues son más vulnerables y dependen en mayor medida de los servicios gubernamentales para satisfacer sus necesidades básicas, como si el todopoderoso ente financiero internacional acabara de descubrir la pólvora y nos quisiera orientar sutilmente hacia la existencia de otras corrupciones menos lacerantes para las capas más desfavorecidas de las poblaciones.

El estudio continúa “profundizando” de tal forma que saca como conclusión que uno de los aspectos más negativos de este tipo de abusos son sus consecuencias a largo plazo, como la del niño que no recibe una educación adecuada por la ausencia de sus maestros y que, consecuentemente, contará en su vida adulta con menos habilidades cognitivas; que la falta de medicamentos y médicos genera muertes evitables, y que los agricultores habituados a recibir fertilizantes diluidos pueden optar por dejar de utilizarlos por completo; etcétera.

En última instancia explica que aunque la corrupción silenciosa es omnipresente en África, como es menos destacada o llamativa que la de gran escala, recibe menos atención, y que, por tanto, sólo representa la punta del iceberg, un enorme témpano de hielo –digo yo- que yace bajo las aguas procelosas de las inmensas fortunas amasadas por los dirigentes y políticos, que no pueden tirar de sus respectivas mantas porque están ocupados depositando inmensas cantidades de fondos públicos en Suiza o en cualquier otro de los paraísos fiscales del mundo civilizado.

Con todo esto, la conclusión que podemos sacar es que en el Banco Mundial no se da la corrupción silenciosa y que el seguramente carísimo informe Indicadores de Desarrollo de África 2010 nos llevará felizmente a la consecución de los Objetivos del Milenio para 2015.

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