Ausencias




La mayor parte de las personas que están de una u otra manera relacionadas con África coinciden en que el continente vecino es mucho más que lo que leemos, vemos y oímos generalmente en los medios de comunicación, donde las noticias que se ofrecen tiene que ver casi siempre con la parte trágica de los países, pueblos y civilizaciones cercanas. Las guerras, las hambrunas, la pobreza, los genocidios, las incapacidades políticas, los niños soldados, la ablación y los cayucos son los temas más repetitivos desde el panorama de la difusión, por lo que la imagen de lo que ocurre es sesgada y nos aleja de la realidad que forman casi mil millones de habitantes que viven a lo largo de 30 millones de kilómetros cuadrados –tres veces Europa-, plagados de etnias, culturas y una historia densísima. Sin embargo, desde el desconocimiento no podemos asimilar más que sombras que se mueven en esa epopeya de la desgracia, seres humanos que casi no lo son para el resto de la Humanidad, sino más bien capas de barro que se retuercen en un escenario arcaico que no forma parte de este mundo en el que vivimos. De ahí, de la ignorancia, a un paso está el prejuicio y, más allá, la xenofobia, que no es sino el exponente postrero del desprecio. La otra parte de África es la del paraíso de los grandes felinos, de los elefantes, jirafas y manadas de herbívoros que nos muestran los documentales de “La 2”, pero donde el nativo nada o muy poco tiene que ver con en el guión, quizás como mucho con un plano de referencia de las imágenes, justo al fondo del gran protagonismo del hombre blanco, poderoso, rico y benefactor. Es de esperar que todos los esfuerzos políticos y de cooperación se estrellen una y otra vez en la gran muralla de la invisibilidad si no avanzamos en el conocimiento veraz del continente para que Occidente pueda asumir, de una vez por todas, su parte en el acercamiento progresivo a esa parte imponente y evidente del planeta. Hay que intentar que nuestra gente visualice la cotidianeidad de las ciudades, universidades, parlamentos, costumbres, valores, espiritualidad y fundamentos de muchos pueblos y humanos de África que permanecen al margen de los espacios especializados de los medios de comunicación. Y no es que esos planos no los manejen los informativos porque sí, sino que simplemente no existen porque no se han elaborado, y posiblemente no se han elaborado porque venden poco, aunque sea a estas alturas muy conveniente conocer el origen y la verdadera dimensión de las cosas para adoptarlas como propias. Se trata de la asignatura pendiente que no parece entrar decisivamente como punta de lanza en ningún programa de acciones del primer mundo respecto a África, esa gran desconocida, y mientras esto sea así no podremos entender por qué ha permanecido al margen de las grandes corrientes desarrollistas en ese puzzle incompleto que es hoy en día la comunidad internacional sin el continente cercano. Creo que es éste, y no otro, el núcleo del desencuentro, que pasa también por que nuestros emprendedores tampoco logran encontrar en muchos casos las estrategias precisas para conquistar los mercados emergentes, simplemente, de nuevo, porque desconocen la idiosincrasia de los posibles consumidores a quienes han de dirigir sus productos. Sin información no hay profundidad ni cercanía, y de esa forma es prácticamente imposible alcanzar ninguna meta que no sea la de ignorar la realidad que nos ha tocado vivir.

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