Como cada año, varias
instituciones multilaterales han publicado conjuntamente el informe Perspectivas
Económicas de África (African Economic Outlook Report 2014). El documento, que viene
registrando cierta continuidad en el crecimiento del continente en sus últimas
ediciones, profundiza en diferentes indicadores y en las previsiones por
regiones, una aproximación de la que se deduce de entrada que la parte más
cercana a Canarias es donde más evolucionan los mercados, con una tasa del
6,7%, es decir, muy parecida a la de China (7%).
Ahora bien, bajo ese optimismo
hay cierto rastro de expectación por lo que serán capaces de hacer las
comunidades africanas con sus recursos naturales, que son los que a la postre confieren
el grueso del valor de sus ingresos. Por eso, el estudio del Banco Africano de
Desarrollo, la OCDE y el PNUD nombra constantemente las cadenas globales de valor,
que vienen a relacionarse, simplificando mucho, con la capacidad que tienen los
modelos económicos nacionales de integrarse en los procesos productivos globales.
Y esa es la gran pregunta, hoy por hoy, sin respuesta. Porque progresivamente
la mundialización lleva a la deslocalización de los componentes necesarios para
fabricar bienes de consumo y muchos de los artículos que adquirimos están
integrados por elementos manufacturados en distintas partes del planeta. Eso,
junto al dato que apunta a que el 80% del comercio está vinculado actualmente a
las multinacionales, hace que surja la imagen de un mundo que se transforma en
una gran factoría íntimamente relacionada al margen de las distancias.
El
informe da por hecho, no obstante, que África presenta progresivamente una
mejor gestión macroeconómica en términos generales, que un tercio de las finanzas
están instaladas en los países del norte y que el crecimiento ha sido
insuficiente como para sacar de la pobreza a grandes bolsas de población de las
regiones subsaharianas. Y también que el 60% de los empleos proceden de la
agricultura, pero con una productividad baja, en torno al 36% de lo que generan
otros sectores.
Lo cierto es que, llegados a este punto, es cuando comienzan
los trucos, o los voluntarismos bienintencionados, porque las tasas representan
simplemente números desnudos que hay que vestir con referencia reales.
Que
China crezca al mismo porcentaje que Liberia o Sierra Leona no quiere decir que
sus economías sean comparables, sino que se trata de coeficientes relacionados
con el producto interior bruto de cada cual, y en ese escenario las proporciones
monetarias están a años luz de converger. Por eso, y con el encargado de
presentar esta semana el documento y consejero de la OCDE, Luis
Padilla, las cifras no se comen.
Tarfaya
Tarfaya se ha convertido
poco menos que en un hito en el horizonte de las relaciones de Canarias con el
continente cercano. Su puerto apenas despuntó como enlace reciente entre
Marruecos y Fuerteventura porque, tras una incipiente singladura de pocos meses
en 2008, el barco que llevaba a cabo el servicio, el buque Assalama de la
compañía naviera Armas, naufragó debido a las características, orientación y el
tamaño de las instalaciones, poco adecuadas para este tipo de tráfico y naves.
Ahora, y tras un largo periodo de obras, la nueva infraestructura está a punto
de ser concluida y pronto estará operativa para sustentar ese puente marítimo
de menos de un centenar de kilómetros hasta Puerto del Rosario.
Su apertura estaba anunciada para el pasado mes de junio, pero se ha ido retrasando y ahora las autoridades marroquíes fijan el plazo para final de año. Está por ver qué ocurrirá a partir de ese momento, pero por lo pronto ya han mostrado su interés en el servicio tanto la propia Armas como la otra referencia naviera interinsular de Canarias, Fred Olsen, seguramente por las cifras que arrojó la breve experiencia del Assalama, que transportó en cuatro meses 8.000 pasajeros y nada menos que 40.000 vehículos.
Las expectativas son muchas porque las autoridades marroquíes están empeñadas en el despegue de lo que ellos llaman las provincias del sur, es decir, el Sahara Occidental, para descentralizar el desarrollo y de paso acallar, si ello pudiera ser posible, las legítimas pretensiones de independencia del pueblo saharaui, que constituye en cualquier caso la parte delicada de la operación.
Aparte de este importante detalle, y dando por hecho que, como en la experiencia pasada, no hayan impedimentos políticos o estratégicos, la oportunidad económica para las islas no es poca, puesto que el puerto se haya justo en el centro del país, por donde pasan las carreteras que transportan no solo todas las mercancías que fluyen desde el norte para cumplir con la expansión urbanística que acomete Rabat desde hace años desde la región de Souss Massa Dráa, y más concretamente del Gran Agadir, hasta Dakhla; sino las materias que suben de las regiones subsaharianas y podrían acortar camino desde los puertos canarios hacia Europa o América.
Lo cierto es que el continente abre muchas posibilidades para Canarias, inmersa en una gran crisis económica, con altas tasas de paro, un preocupante desfase de su modelo productivo, que puede llevarle a un aislamiento como el de mediados del siglo pasado; y con el fenómeno de la emigración tocando de nuevo a su puerta. África se despereza y Tarfaya puede constituir quizás una alternativa propicia para rentabilizar una vez más la ubicación del archipiélago, claro que si el miedo, el tedio o los caudillos de la negación no lo paralizan antes.
Su apertura estaba anunciada para el pasado mes de junio, pero se ha ido retrasando y ahora las autoridades marroquíes fijan el plazo para final de año. Está por ver qué ocurrirá a partir de ese momento, pero por lo pronto ya han mostrado su interés en el servicio tanto la propia Armas como la otra referencia naviera interinsular de Canarias, Fred Olsen, seguramente por las cifras que arrojó la breve experiencia del Assalama, que transportó en cuatro meses 8.000 pasajeros y nada menos que 40.000 vehículos.
Las expectativas son muchas porque las autoridades marroquíes están empeñadas en el despegue de lo que ellos llaman las provincias del sur, es decir, el Sahara Occidental, para descentralizar el desarrollo y de paso acallar, si ello pudiera ser posible, las legítimas pretensiones de independencia del pueblo saharaui, que constituye en cualquier caso la parte delicada de la operación.
Aparte de este importante detalle, y dando por hecho que, como en la experiencia pasada, no hayan impedimentos políticos o estratégicos, la oportunidad económica para las islas no es poca, puesto que el puerto se haya justo en el centro del país, por donde pasan las carreteras que transportan no solo todas las mercancías que fluyen desde el norte para cumplir con la expansión urbanística que acomete Rabat desde hace años desde la región de Souss Massa Dráa, y más concretamente del Gran Agadir, hasta Dakhla; sino las materias que suben de las regiones subsaharianas y podrían acortar camino desde los puertos canarios hacia Europa o América.
Lo cierto es que el continente abre muchas posibilidades para Canarias, inmersa en una gran crisis económica, con altas tasas de paro, un preocupante desfase de su modelo productivo, que puede llevarle a un aislamiento como el de mediados del siglo pasado; y con el fenómeno de la emigración tocando de nuevo a su puerta. África se despereza y Tarfaya puede constituir quizás una alternativa propicia para rentabilizar una vez más la ubicación del archipiélago, claro que si el miedo, el tedio o los caudillos de la negación no lo paralizan antes.
Obiang (click)
Mariano Rajoy ha estado
esta semana en Guinea Ecuatorial. Es el primer jefe de gobierno de nuestro país
que visita la única ex colonia española en el África Subsahariana en 23 años,
tras el viaje de Felipe González en 1991. La ocasión ha venido dada por la
celebración de una de las grandes cumbres de la Unión Africana (UA) en Malabo
y, mientras los informativos daban la noticia encabezándola invariablemente con
el ya cansino binomio dictador-Obiang, los despachos de prensa que salían de La
Moncloa también iban precedidos de las razones que han empujado a nuestro
insigne mandatario blanco a cruzar la línea roja y adentrarse en la cueva negra.
Entre los argumentos destacan dos: que no ha sido el tirano quien le ha invitado, sino la propia UA a través de su presidente de turno, es decir, el jefe del estado, y también militar ex golpista, de Mauritania, Mohamed Uld Abdelaziz; y que iba en busca de apoyos para que España forme parte del próximo Consejo de Seguridad de la ONU, institución multilateral que además tiene desde el pasado miércoles una flamante sede en la capital ecuatoguineana, construida por el gobierno local e inaugurada a bombo y platillo por su secretario general, Ban Ki-Moon.
Tampoco ninguno de los presidentes de gobiernos, jefes de estado ni de los cientos de ministros, altos cargos y representantes de instituciones procedentes tanto de las 54 naciones del continente vecino como de medio mundo han puesto el grito en el cielo por pisar la tierra del dictador-Obiang, quien por cierto es el máximo benefactor hoy en día de la organización panafricana y, por extensión, del panafricanismo. Todos han departido con él en el Palacio de Congreso de Sipopo, un portento de la arquitectura moderna en la región.
Ahora bien, ni por asomo quien escribe estas líneas breves pretende defender lo indefendible, como tampoco lo haría con muchos de los presidentes africanos que estos días se han sentado en Malabo para crear los instrumentos necesarios con que abrir la puerta a la nueva África, como el establecimiento de una zona de libre comercio para 2017, y que en líneas generales no son mucho más democráticos que el dictador-Obiang, como, sin ir más lejos, nuestro vecino de Gambia, Yahya Jammeh, a quien casi ningún español conoce, aunque quizás haya viajado a ese país para pasar unas vacaciones exóticas a precio de ganga.
Creo que siempre estamos con la misma cantinela del dictador-Obiang para no tomar el toro por los cuernos y mirar de frente a nuestro pasado, a nuestra provincia de antaño, a nuestros ex paisanos negros, y tratar de entender qué es África, y qué es Guinea Ecuatorial, siempre tan lejos. Y por eso, nada nuevo bajo el sol. Click.
Entre los argumentos destacan dos: que no ha sido el tirano quien le ha invitado, sino la propia UA a través de su presidente de turno, es decir, el jefe del estado, y también militar ex golpista, de Mauritania, Mohamed Uld Abdelaziz; y que iba en busca de apoyos para que España forme parte del próximo Consejo de Seguridad de la ONU, institución multilateral que además tiene desde el pasado miércoles una flamante sede en la capital ecuatoguineana, construida por el gobierno local e inaugurada a bombo y platillo por su secretario general, Ban Ki-Moon.
Tampoco ninguno de los presidentes de gobiernos, jefes de estado ni de los cientos de ministros, altos cargos y representantes de instituciones procedentes tanto de las 54 naciones del continente vecino como de medio mundo han puesto el grito en el cielo por pisar la tierra del dictador-Obiang, quien por cierto es el máximo benefactor hoy en día de la organización panafricana y, por extensión, del panafricanismo. Todos han departido con él en el Palacio de Congreso de Sipopo, un portento de la arquitectura moderna en la región.
Ahora bien, ni por asomo quien escribe estas líneas breves pretende defender lo indefendible, como tampoco lo haría con muchos de los presidentes africanos que estos días se han sentado en Malabo para crear los instrumentos necesarios con que abrir la puerta a la nueva África, como el establecimiento de una zona de libre comercio para 2017, y que en líneas generales no son mucho más democráticos que el dictador-Obiang, como, sin ir más lejos, nuestro vecino de Gambia, Yahya Jammeh, a quien casi ningún español conoce, aunque quizás haya viajado a ese país para pasar unas vacaciones exóticas a precio de ganga.
Creo que siempre estamos con la misma cantinela del dictador-Obiang para no tomar el toro por los cuernos y mirar de frente a nuestro pasado, a nuestra provincia de antaño, a nuestros ex paisanos negros, y tratar de entender qué es África, y qué es Guinea Ecuatorial, siempre tan lejos. Y por eso, nada nuevo bajo el sol. Click.
Medias verdades
La manipulación de los
asuntos públicos es un hecho con el que convivimos ya con total naturalidad en
las sociedades desarrolladas. Se podría decir que nos hemos acostumbrado a
mirar debajo de las alfombras por precaución cada vez que se produce una
afirmación que nos atañe directa o indirectamente.
Estimo personalmente que un titular de un periódico difícilmente es creíble plenamente hoy en más de un 30 o 40 por ciento de las veces, como frontispicio de una secuencia de valores o intereses cocinados frecuentemente entre palabras ambiguas, sentidos oblicuos o matices a medias. Nos solemos dar de cara contra titulares maximalistas que desembocan a menudo en una balsa de líneas procelosas que buscan, consciente o inconscientemente, desorientar al lector para simplemente, o simplonamente, llevarlo al punto que el comunicador quiere.
Resumiendo, la noticia pierde a pasos agigantados credibilidad, quizás como reflejo del descrédito del resto de los estamentos sociales, entre los que destacan, como paradigma de la cosa, la política y los políticos, que retuercen a uno el estómago solo con oírles hablar como loros.
Es tiempo pues de grandilocuencias, aspavientos y exclamaciones en las que el factor publicitario obsesivo ha pasado de la anécdota superficial a formar parte del tuétano del mensaje informativo de una manera casi indivisible. Es tiempo de sentencias tajantes y afirmaciones vacuas cargadas de intención. Es tiempo de magias potagias llevadas al paroxismo de lo cotidiano y, lo que es más preocupante, al terreno de la verdad pura.
Muchos recordamos todavía que la mentira fue un escarnio para quien era descubierto con ella a cuestas, y la palabra dada, un sello potente avalado por la integridad publica del que la entregaba. Hoy no. Ese crédito se evaporó y, por si fuera poco, han emergido mientras tanto las redes y otras medianías de internet, de tal forma que el guirigay es ya un ruido ensordecedor que se desparrama por las barranqueras del lenguaje.
Por eso me parece muy peligrosa la ligereza con la que comienza a hablarse de asuntos tan importantes como el tercer mundo o, mucho más cerca, África, donde para no pocos enciclopédicos del “post” la inmensa mayoría de los gobernantes son sátrapas, dictadores o asesinos, cuando no brutos, mafiosos, traficantes y gentes de mal vivir: la hez del planeta. Y es que no cabe mayor peligro que la verdad edificada sobre la ignorancia, sobre todo cuando atañe a comunidades en desarrollo que intentan avanzar en este mundo de intereses falsos que hemos creado sin dejar de lado los valores originales que ya nosotros ni recordamos.
Estimo personalmente que un titular de un periódico difícilmente es creíble plenamente hoy en más de un 30 o 40 por ciento de las veces, como frontispicio de una secuencia de valores o intereses cocinados frecuentemente entre palabras ambiguas, sentidos oblicuos o matices a medias. Nos solemos dar de cara contra titulares maximalistas que desembocan a menudo en una balsa de líneas procelosas que buscan, consciente o inconscientemente, desorientar al lector para simplemente, o simplonamente, llevarlo al punto que el comunicador quiere.
Resumiendo, la noticia pierde a pasos agigantados credibilidad, quizás como reflejo del descrédito del resto de los estamentos sociales, entre los que destacan, como paradigma de la cosa, la política y los políticos, que retuercen a uno el estómago solo con oírles hablar como loros.
Es tiempo pues de grandilocuencias, aspavientos y exclamaciones en las que el factor publicitario obsesivo ha pasado de la anécdota superficial a formar parte del tuétano del mensaje informativo de una manera casi indivisible. Es tiempo de sentencias tajantes y afirmaciones vacuas cargadas de intención. Es tiempo de magias potagias llevadas al paroxismo de lo cotidiano y, lo que es más preocupante, al terreno de la verdad pura.
Muchos recordamos todavía que la mentira fue un escarnio para quien era descubierto con ella a cuestas, y la palabra dada, un sello potente avalado por la integridad publica del que la entregaba. Hoy no. Ese crédito se evaporó y, por si fuera poco, han emergido mientras tanto las redes y otras medianías de internet, de tal forma que el guirigay es ya un ruido ensordecedor que se desparrama por las barranqueras del lenguaje.
Por eso me parece muy peligrosa la ligereza con la que comienza a hablarse de asuntos tan importantes como el tercer mundo o, mucho más cerca, África, donde para no pocos enciclopédicos del “post” la inmensa mayoría de los gobernantes son sátrapas, dictadores o asesinos, cuando no brutos, mafiosos, traficantes y gentes de mal vivir: la hez del planeta. Y es que no cabe mayor peligro que la verdad edificada sobre la ignorancia, sobre todo cuando atañe a comunidades en desarrollo que intentan avanzar en este mundo de intereses falsos que hemos creado sin dejar de lado los valores originales que ya nosotros ni recordamos.
¿Kentuky?
Miles de expertos y
productores agrícolas se reunieron esta semana en Frankfort, la capital del
estado norteamericano de Kentuky, para debatir sobre los horizontes del sector
primario en el mundo. Esta cita con la reflexión y el intercambio de
información y criterios bajo el epígrafe de “El futuro del agro” no es nueva
porque que se trata de la edición número treinta del foro, por lo que cabe
interpretar que el simposio ha visto pasar en tres décadas ya muchos acontecimientos
relacionados con las disciplinas del campo, como, sin ir más lejos, la
progresiva capacitación, competitividad y empuje de Sudamérica en las labores
de la tierra.
Allí, en esa ciudad estadounidense de cultivos, ganados y caballos, parece ser que, aparte de que volaron muchos datos entre los empresarios, científicos y técnicos de más de 60 países, incluidos China y los denominados “tigres asiáticos”, al final tuvieron que girar unánimemente la cabeza hacia África. Y lo hicieron porque cada vez emerge con más fuerzas las características de un continente que alberga el 60 por ciento de las tierras cultivables no explotadas del planeta y en el que el 50 por ciento de su población es menor de 25 años, aparte de que la ONU predice que para 2050 las regiones subsaharianas habrán aumentado su generación de alimentos hasta un 60 por ciento, mientras que Iberoamérica tendrá que conformarse “solamente” con un incremento del 40%.
Casualidad o no, una de las estrellas invitadas más celebradas este año fue la nieta del artífice de la Revolución Verde de los años 60 del pasado siglo, Norman Borlaug, a quienes muchos denominaron como “el hombre que salvó mil millones de vidas” porque innovó para obtener hasta cinco veces más producción que la que se lograba con los métodos tradicionales, aplicando nuevas prácticas, como los monocultivos y mucha agua, fertilizantes y plaguicidas, que sirvieron para sacar a países como India de una hambruna casi masiva en aquellos tiempos, eso sí, con las correspondientes críticas conservacionistas que siguen formulándose todavía hoy contra su hazaña.
Al concluir la multitudinaria reunión, la mayor parte de los asistentes debieron salir de allí seguramente rumiando la misma premonición que la de un paisano yankee afincado en Ghana, un tal Evans, que dijo en alto que África es la “próxima frontera” para la producción agropecuaria, si bien con la coletilla consabida de la difusión de los medios de comunicación y su regusto por las noticias trágicas. El último ponente, que era chino, el señor Wenge, apostilló que lo importante son los recursos naturales y que de eso el continente negro tiene mucho. Toda una declaración de intenciones de dos exponentes de las dos grandes potencias mundiales. ¿O no?
Allí, en esa ciudad estadounidense de cultivos, ganados y caballos, parece ser que, aparte de que volaron muchos datos entre los empresarios, científicos y técnicos de más de 60 países, incluidos China y los denominados “tigres asiáticos”, al final tuvieron que girar unánimemente la cabeza hacia África. Y lo hicieron porque cada vez emerge con más fuerzas las características de un continente que alberga el 60 por ciento de las tierras cultivables no explotadas del planeta y en el que el 50 por ciento de su población es menor de 25 años, aparte de que la ONU predice que para 2050 las regiones subsaharianas habrán aumentado su generación de alimentos hasta un 60 por ciento, mientras que Iberoamérica tendrá que conformarse “solamente” con un incremento del 40%.
Casualidad o no, una de las estrellas invitadas más celebradas este año fue la nieta del artífice de la Revolución Verde de los años 60 del pasado siglo, Norman Borlaug, a quienes muchos denominaron como “el hombre que salvó mil millones de vidas” porque innovó para obtener hasta cinco veces más producción que la que se lograba con los métodos tradicionales, aplicando nuevas prácticas, como los monocultivos y mucha agua, fertilizantes y plaguicidas, que sirvieron para sacar a países como India de una hambruna casi masiva en aquellos tiempos, eso sí, con las correspondientes críticas conservacionistas que siguen formulándose todavía hoy contra su hazaña.
Al concluir la multitudinaria reunión, la mayor parte de los asistentes debieron salir de allí seguramente rumiando la misma premonición que la de un paisano yankee afincado en Ghana, un tal Evans, que dijo en alto que África es la “próxima frontera” para la producción agropecuaria, si bien con la coletilla consabida de la difusión de los medios de comunicación y su regusto por las noticias trágicas. El último ponente, que era chino, el señor Wenge, apostilló que lo importante son los recursos naturales y que de eso el continente negro tiene mucho. Toda una declaración de intenciones de dos exponentes de las dos grandes potencias mundiales. ¿O no?
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