Competitividad
El Foro Económico
Mundial (WEF) acaba de publicar su Informe de Competitividad Global 2013-2014
con datos en general muy positivos para África, del que dice que es un
continente al alza, visto como un destino de inversión atractivo y de los de
mayores índices de crecimiento. Utiliza además en sus valoraciones el término
“renacimiento económico africano” porque, afirma, ha registrado una tasa de
crecimiento promedio de más del 5% durante la última década, “cuando el mundo
desarrollado todavía lucha por recuperarse de la crisis” y “el estancamiento en
América Latina apunta a la necesidad de reformas estructurales que aumenten la
productividad”. Del estudio, realizado con la colaboración del Banco Mundial y
el Banco Africano de Desarrollo, se desprenden detalles llamativos, como que
Isla Mauricio (45º) supera en ocho puestos a Sudáfrica (53º) o que, en el
norte, Egipto baja 11 escalones, hasta el 118º; que también pierde terreno
Marruecos (77º), y que Argelia (100º) avanza y Túnez vuelve a su índice 83º. De
las regiones subsaharianas, solo ocho países están situados dentro de los 100
primeros bajo ese criterio competitivo, entre los que mejora Kenia
ostensiblemente, con la subida de diez lugares hasta el 96º, mientras que el
gigante demográfico africano y primer productor de petróleo de esa área
geográfica, Nigeria (170 millones de habitantes), permanece en el puesto 120º,
en una situación en la que, según el documento, destaca la necesidad de
diversificar su economía. Precisamente esta semana el presidente nigeriano,
Goodluck Jonathan, hacía un llamamiento para atajar la corrupción, uno de los
graves problemas que coartan su mandato, y manifestaba su impotencia para
luchar contra ella. Entre los estados supuestamente objetivo de Canarias,
Mauritania está en el puesto 134º, Malí, en el 128º; Burkina Faso, en el 133º; Ghana, en el 103º; Senegal, en el
117º; Cabo Verde, en el 122º, y Guinea Ecuatorial, en el 141º, de un total de
148. No obstante, el análisis del WEF sobre la competitividad es el resultado
del cruce de diversos indicadores, como el grado de institucionalización de los
países, las infraestructuras, la salud, la educación, la economía, el trabajo,
las finanzas, la tecnología, los negocios o la innovación, y nada tiene que ver
con otras clasificaciones como el Índice de Desarrollo Humano o el ranking per
cápita, por poner dos ejemplos. Se trata de evaluaciones que apuntan a
incidencias interanuales de las capacidades desarrolladas por las naciones y
pueden oscilar con los acontecimientos políticos, económicos o sociales
(conflictos, crisis de diversa índole, guerras, etcétera). En última instancia,
habría que quedarse con la impresión de que África evoluciona positivamente en
tiempos de recesión global y que sus expectativas apuntan a que lo seguirá
haciendo de forma sostenida.
África desde Canarias
Afirma un aforismo
popular que el pesimista es un optimista bien informado, un oxímoron que me
viene como anillo al dedo para estas letras de hoy. Lo digo porque ya no está
tan claro eso de que las rutas mundiales con destino al occidente africano
pasen por aquí, ni siquiera que esto vaya a cambiar de forma positiva en el
futuro. Y creo que es así porque seguimos atrabancados con la gran asignatura
pendiente del Archipiélago, un mendrugo cada vez más duro que no se reblandece
ni con las “maresías” mañaneras, como es la unidad regional. Es fácil deducir
que para una empresa tan gigantesca y ambiciosa como servir de enlace a tres
continentes hace falta más que los discursos-nana de nuestros políticos, entretenidos
en una partida de ronda robada desde que nos llegó aquello de la democracia (si
es que llegó a llegar), la pequeñez de nuestros chiringuitos o los paseos de nuestros
romeros implicados. Soy de los que piensan que hemos perdido unos años
preciosos en esa apuesta y que el ritmo de África es tan trepidante que nos
hemos quedado en la cuneta. Todos los días surgen informaciones precisas de
movimientos de capitales colosales entre los puntos más distantes del planeta
que confluyen también en latitudes muy concretas del continente cercano. Es
más, las claves ya no son solo los transportes de larga autonomía, que no
necesitan para nada transbordos intermedios porque van directamente de la
fábrica (cada vez más asiática) al consumidor, unos mil millones, en este caso;
ni tampoco las conexiones, dado que vivimos en la mundialización de la
comunicación, una gigantesca red progresiva instantánea (Internet) capaz de
unir todas las antípodas existentes en segundos. Son tantos los intereses que
confluyen en los países cercanos que están comenzando a conformarse entramados
que tienden a operaciones interiores de gran calado. Como ejemplo puede servir una
noticia de última hora que apunta a que el mayor productor de petróleo del
continente, el grupo estatal argelino Sonatrach, que ha batido todos sus
registros en cuanto a cifras económicas se refiere, está a punto de entrar en
el mercado del gas de Costa Marfil a costa de desplazar a las compañías
francesa y suiza que monopolizaban el sector en uno de los países más emblemáticos
y ricos de la controvertida “françafrique” y que hoy se pone en pie tras una
guerra civil que, afortunadamente, parece estar enterrada en el pasado. Reitero
que uno de los graves problemas de Canarias es el jodido pleito insular y
también, añado, que nos tropezamos todos los días con esa aciaga confrontación de
enanitos que nos aleja de la integración y, por tanto, de la fuerza para
abortar el reboso reiterativo de la cantinela que nos ha traído hasta el siglo
XXI, esa de que el mundo (Madrid y Bruselas) nos debe la vida.
Una dama de hierro para Senegal
El presidente de
Senegal, Macky Sall, sorprendía a propios y extraños hace unos días con su
decisión de destituir de manera fulminante al hasta entonces primer ministro,
el ex banquero Abdul Mbaye, y nombrar como nueva jefa de gobierno a su ministra
de Justicia, Aminata Touré, apodada “Mimi” o la “Dama de Hierro”. Lo cierto es
que el mandato del actual jefe del estado, que acabó con las largas
legislaturas de Abdoulaye Wade en marzo de 2012 y que llegó precedido de intensas
revueltas populares y algunas muertes provocadas por las maniobras del “Viejo”
para permanecer en el poder, no ha aportado gran cosa al desarrollo de uno de
los países más organizados y democráticos del continente y sí que ha servido
para desesperar todavía más a una sociedad muy escarmentada con la inactividad,
la inoperancia, las deficiencias públicas, la insuficiencias sociales, el
gigantesco paro y los tan cacareados cortes de energía. Solo faltaba la
corrupción para igualar el ejercicio del ejecutivo anterior, pero ahí estaba la
señora Touré como un látigo para los delitos que tanto marcaron el postrero
entorno de Wade, hasta el punto que es la directa responsable de la
encarcelación del que iba a ser su heredero, su hijo Karim Wade, que hoy permanece
en prisión con una interminable ristra de cargos en contra, eso sí, en una
nación muy polarizada en torno a líderes históricos, partidos políticos y
cofradías religiosas. Por lo pronto, Mimi-Aminata ya ha publicado la lista de
su gabinete, que constará de 32 ministros, incrementando así la lista del
saliente Mbaye, que era de 25, pero aún por debajo de los 40 que conformaban
los gobiernos de Wade, y que tiene como principal referencia para los
occidentales la salida del archiconocido músico Youssou N’Dour, que se hizo
cargo de las carteras de Cultura y Turismo durante 18 meses. A favor de la
nueva primera ministra, que no abre la participación de la mujer en esas
responsabilidades porque ya lo hizo antes Mame Madior Boye, quien asumió el
mismo compromiso entre 2001 y 2002, hay que consignar que, tras una trayectoria
política marcada por su militancia desde muy joven en la Liga Comunista de los
Trabajadores, se licenció en Economía, con doctorados en varias universidades
francesas, y posee una larga trayectoria como activista por los derechos
humanos y como alta funcionaria de la ONU en los Estados Unidos, donde residió
junto a su familia durante algunos años. El reto no parece nada fácil para esta
divorciada y feminista, para quien “la política no debe ser una especialidad ni
un trabajo, sino un deseo de cambiar las cosas”, aunque cuente con el apoyo de
las mujeres de su país, que son las que mayor capacidad de transformación
imprimen hoy por hoy al pueblo senegalés desde su base. Veremos, pues.
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