El reto del Marabú



A tres horas de carretera de Dakar hacia el interior de Senegal, en la región oriental de Diourbel, está la ciudad santa de Touba, el feudo del Marabú Bara Mbacke, de la cofradía musulmana Mouride, con más de doce millones de fieles en todo el mundo. El poder del líder religioso, una mezcla entre rey y Papa, no para de crecer, de tal forma que algunos lo consideran la máxima autoridad del país, por encima del actual presidente Abdoulaye Wade, que pertenece a la misma orden. Mbacke ha emprendido en los últimos años la construcción de un santuario urbano de peregrinación, el más importante de África Occidental, que se extiende a toda Touba, donde está prohibido, fumar, el alcohol y la música en toda su extensión, y al que cada día llegan más y más adeptos con sus familias en respuesta a su llamada religiosa, de tal forma que la ciudad, un gran pueblo de calles polvorientas, acoge ya a más de tres millones de habitantes, que pugnan por una casa para estar cerca del guía espiritual. El Marabú posee su propio gobierno, con consejeros que hacen las veces de ministros y una corte leal que venera su autoridad de una forma ciega, de tal forma que sus disposiciones son obedecidas sin fisuras. Para sus fieles, el propio hecho de estar en su presencia es el mayor privilegio que pueden alcanzar en esta vida. Sin embargo, la corte de Touba se las ve y se las desea para organizar los servicios que demanda la tutela de tantos ciudadanos en tan poco espacio de tiempo, por lo que deben resolver sobre la marcha multitud de problemas tan básicos como el aprovisionamiento, el saneamiento, la habitabilidad, el ordenamiento y la residencia de todos ellos, una cuestión harto difícil para un gran poblado que carece de las infraestructuras mínimas necesarias para acoger tal demanda y que lo precipita al caos cotidiano. El gobierno de Mbacke ha emprendido consultas con autoridades de otros países para encontrar soluciones, porque la empresa se le escapa de las manos. Entre ellos está el Cabildo de Tenerife, que estudia la forma de tratar los residuos de tantos habitantes, que son simplemente amontonados en zonas interiores de la ciudad, tales como solares vacíos e incluso en las mismas calles, delante de las casas. Las aguas negras son transportadas diariamente por un rosario de camiones cisternas hasta un descampado en la periferia, donde son vertidas sin más en terrenos adyacentes a la carretera. El califato posee una enorme capacidad económica debido a su gran influencia política y a la contribución incesante de los fieles, con lo cual es posible que pueda llevar a cabo los ambiciosos proyectos que va forjando su gabinete y que contempla la habilitación de grandes extensiones de cultivos, una red de transportes y de carreteras dignas de la capital del país y un sistema completo que puede convertirla en la segunda ciudad del país, en detrimento de Saint Louis, como parece que ya lo es demográficamente. Ahora bien, a principios del próximo año se celebrará la gran peregrinación de la cofradía hasta la ciudad de la gran mezquita islámica para orar por Ahmadou Bamba, su fundador, y más de cuatro millones de personas se desplazarán a la ciudad para conmemorar su exilio a Gabón en 1886, por lo que albergará una población equivalente a las tres cuartas partes del país. Como precedente se podría hablar del brote de cólera que se produjo en el año 2005 y que provocó la muerte de una decena de personas debido a las deficientes condiciones de higiene en las que se encontraban. Lo que está claro es que la avalancha se producirá y todo parece indicar que el ritmo africano senegalés no podrá despejar este reto que el Marabú ha puesto en la escena del Gobierno senegalés, que asiste al fenómeno en medio de una crisis creciente de credibilidad política.

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