Eufemismos


La frenética partida de caza por los recursos naturales africanos continúa en el presente como un remedo de los acontecimientos aciagos que la guerra fría extendió en la segunda mitad del siglo pasado por el continente, solo que cada vez se esgrimen más toda clase de eufemismos por parte de las potencias ocupantes para justificar la rapiña con la supuesta liberación de países y comunidades que, a juzgar por la historia, ya resultan poco convincentes. Como ejemplo cabe recordar simplemente las barbaries del antiguo Zaire, Ruanda, Burundi, Angola o Somalia, en un entramado de intereses en los que EEUU, la extinta Unión Soviética, Francia o Bélgica tuvieron mucho que ver.

La administración estadounidense anunció de pronto la semana pasada el despliegue de un centenar de militares de sus fuerzas especiales en el norte de Uganda, que ha calificado como un “pequeño equipo de asesores equipados para el combate”, con el fin de contribuir a liquidar al líder del Ejército de Resistencia del Señor, Joseph Kony, un peligroso iluminado que ha pretendido hacerse con el país centroafricano para imponer un régimen basado en los diez mandamientos bíblicos, en un estado empobrecido y gobernado turbiamente desde hace 25 años por Yoweri Museveni y en el que más del 80% de la población es cristiana.

En este punto, sería el primero en aplaudir –si así me lo creyera- que esa intención fuese la verdadera, porque ese siniestro profeta, con orden de busca y captura por el Tribunal Internacional de La Haya, ha ejercido en sus dos décadas de correrías toda clase de atrocidades, utilizado niños soldados y provocado la diáspora de millares de desplazados, incluidos decenas de miles de asesinatos sumarísimos y colectivos; y no únicamente en Uganda, sino también en la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur; éste último, un nuevo país recién independizado del Norte que cuenta con unas importantes reservas petrolíferas que pueden convertirle, junto a Djibuti, en otro de los satélites de los intereses hegemónicos norteamericanos en la zona, si no lo es ya de facto.

Los mapas no mienten. El norte de Uganda limita con Sudán del Sur, y sería estratégicamente muy oportuno para Washington despejar el terreno de estorbos con el fin de sacar ese crudo a través de oleoductos hacia la costa atlántica por Camerún, tal y como ha denunciado el diario Kommersant ruso. Además, el gobierno de EEUU está muy preocupado por la creciente presencia china en la región que, con otro estilo muy diferente al del colonialismo tradicional occidental, en base a la condonación de deudas, la aportación de grandes obras e infraestructuras, la implementación de prestamos estatales preferentes a largo plazo y el respeto y la mezcla con las poblaciones autóctonas sin dominación ni imposiciones morales de doble filo; parece estarse llevando el gato al agua.

Sin embargo, desgraciadamente, la trayectoria de las sucesivas administraciones estadounidenses nos han acostumbrado a tantas intrigas, maniobras truculentas, desprecios, tragedias y chapuzas ignorantes en el continente cercano que es muy difícil creerse ahora la parábola del buen samaritano, aunque en la cúspide del poder de la Casa Blanca, en el despacho oval, hoy se siente un afroamericano desbordado por los acontecimientos y la deriva de un gigante acostumbrado a entrar con la bota por delante en el resto del mundo.

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