Conmemoración


El próximo martes se celebra el Día de África, justo dos semanas después del anuncio que el Gobierno español hizo en torno al recorte de 600 millones de euros en su Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), una decisión que, es de temer, podrían imitar muy pronto otros países europeos. El pánico sobrevenido por esa crisis financiera que amenaza con proyectarnos a escenarios ya remotos de pobreza y paro es un hecho, sin duda, pero también lo es que las acciones que se han estado llevando a cabo en el continente negro para estimular su crecimiento y los niveles de necesidades básicas como la educación, la alimentación y la sanidad, aparte de la buena gobernanza, van a sufrir un importante retroceso.

Es una pena, porque quedan muchas asignaturas pendientes por el camino, máxime cuando algunos nos felicitábamos porque el ejecutivo de Zapatero había decidido recientemente delegar en Canarias las acciones de cooperación al desarrollo con nuestros vecinos, una iniciativa que parece peligrar en medio de la espantada general de un gobierno que donde dije digo, digo Diego. Además, la AOD hasta hace pocas fechas debía ser mantenida y potenciada al margen de los avatares y fluctuaciones de las economías, con el fin de contribuir a controlar las emergencias que se producen tan cerca y que han llevado a muchos jóvenes a perder la vida en medio del océano, aunque esto último a mí siempre me ha sonado a un eufemismo que esconde, a poco que se escarbe, el miedo directo al fenómeno de la inmigración.

He venido defendiendo -a contracorriente- la irrupción de China y otros países emergentes en el continente vecino, dado que no nos podemos permitir que la evolución de las regiones africanas dependa tan sólo de las políticas y vaivenes de unos pocos Estados y porque, para qué engañarnos, bajo el manto de la filantropía, unos y otros siempre han llevado aparejados intereses de devolución y explotación mercantilista de las grandes riquezas que, en líneas generales, los africanos no han sido capaces de rentabilizar.

Así y todo, esto de celebrar una vez al año la conmemoración de un continente –como un cumpleaños feliz- que permanece en la otra parte del espejo en el avance universal hacia el bienestar social, se me antoja cuando menos contradictorio, porque África debería estar en la mente de todos cualquier día del año, debido a la escandalosa circunstancia que confirma la excepción a una regla que se está dando sincrónicamente en todo el planeta, como es el progreso de los pueblos.

Al final, seguimos sin querer entender que el despegue subsahariano es imprescindible para la estabilidad del mundo y que necesitamos conocer de primera mano qué es lo que ocurre en ese gigantesco territorio para hallar respuesta a los aciagos acontecimientos que se han ido sucediendo a lo largo de los últimos años, como es el estancamiento crónico y los conflictos que periódicamente se desatan en comunidades que han convivido en una relativa paz desde la noche de los tiempos y que han sido achacados, de forma cínica, a las luchas interétnicas, y no al auspicio de unas antiguas metrópolis que no quieren soltar el botín de sus recursos naturales.

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