El clima del vecino

Mientras la Premio Nobel de la Paz keniata Wangari Maathai pedía en el encuentro Mujeres por un Mundo Mejor, celebrado hace unos días en Valencia, más inversiones para preservar el medio ambiente en África, el vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, criticaba a Zapatero por ocuparse del continente vecino sin antes haber resuelto los problemas de España. También casi al mismo tiempo 200 ciudades españolas apagaban durante una hora las luces para cumplir con la convocatoria de la Hora del Planeta, con el fin de llamar la atención sobre el cambio climático.

Maathai argumentaba su llamamiento diciendo que, si no se detenía la desertización en África, aumentarían los inmigrantes que iban a llegar nuestras costas para huir del agravamiento de la pobreza provocada por la falta de agua, al tiempo que reivindicó la protección del bosque del Congo para frenar el recalentamiento mundial. Por lo pronto, la subida del mar está produciendo ya inundaciones en poblaciones de la costa occidental, dada su condición de tierras bajas, como la Langue de Barbarie, en la ciudad de Saint Louis, en Senegal, o en sectores de la propia Dakar, que obligan a evacuar a miles de personas que se quedan sin casa de la noche a la mañana, aparte de que es predecible que los efectos de la desregulación del clima golpeará más a los que menos tienen y en peores condiciones viven, sobre todo en regiones donde están acostumbrados a habitar edificaciones frágiles, debido a la estabilidad meteorológica y al régimen de pocas lluvias.

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima, las temperaturas subirán entre uno y tres grados centígrados y afectarán a finales de este siglo a unos 1.100 millones de habitantes en el mundo. También afirma el documento que un aumento continuo de las emisiones de gas de efecto invernadero provocará escasez de agua, amenazando al menos a 400 millones de personas en el continente cercano. Hay que tener en cuenta que la agricultura representa hasta el 80 por ciento del PIB en algunos estados africanos y da trabajo a numerosas familias, y que los efectos arrastrarán al turismo, a menudo ligado a la naturaleza.

El pasado año las inundaciones ya tuvieron consecuencias devastadoras en varios países del centro y del occidente, como Senegal o Mali, entre otros, que todavía acusan las secuelas de los destrozos y se sobreponen para realojar a todas las familias que se quedaron en la calle y para amortizar las cargas económicas que ha supuesto la reconstrucción de los servicios públicos.

El día que nos convenzamos de que vivimos todos en un mismo planeta y que las desgracias que se producen en él nos afectan tarde o temprano, por una o por otra vía, seremos más conscientes. Entonces dejaremos de oír reclamaciones como las de González Pons, que ha evidenciado con su mensaje el oportunismo político del que son capaces algunos, a pesar de las evidentes razones que tenemos para luchar por el equilibrio mundial, que es el futuro de todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario