Oralidad y estancamiento


Muchos teóricos africanistas intentan determinar cuáles son las razones que hacen que el continente negro se mantenga en pleno siglo XXI al margen de la mundialización. El espectro va desde los argumentos puramente económicos y de productividad hasta justificaciones que tienen que ver con la herencia de la dominación vertical dejada por las metrópolis en las épocas coloniales, pasando por cuestiones de mentalidad, actitudes tribales, religiosas, etcétera. Sin embargo, entre todos estos razonamientos hay quien piensa que el modelo estanco de vida africana tiene mucho que ver con las poderosas tradiciones que arrastran los pueblos desde la antigüedad, que son el santo y seña de la idiosincrasia generalizada de las sociedades subsaharianas, como la ausencia secular de la escritura y la supeditación a la comunicación oral, que ha constituido la columna vertebral de las civilizaciones vecinas hasta hace relativamente poco tiempo.

También esa experiencia contada frente a la escrita provoca la prevalencia del sentido colectivo –inmovilista- sobre el individual –dinámico-, puesto que la enseñanza la transportan en sus cabezas los griots, que van de pueblo en pueblo para repetir ante las atentas comunidades una y otra vez lo que han recogido de sus antepasados, y son recibidos como sabios que manejan toda la verdad que debe conocerse.

El cambio de mentalidad entre ambas formas de trascender es muy difícil de adoptar por aquellos que han fundamentado toda su cultura en la palabra hablada, porque no pueden traducir o encajar la complejidad del desarrollo escrito en sus limitados lenguajes, dado que la escritura ayuda a profundizar, esquematizar o manejar las abstracciones de esa forma que a Occidente le ha servido para avanzar en su camino evolutivo hasta la actualidad. Explican algunos autores que la escritura permite administrar el conocimiento de un modo más provechoso que la oralidad y que no puede haber enseñanza y formación progresiva que prescinda de los procesos escritos. Desde la filosofía a las matemáticas, todo queda representado en símbolos más o menos empíricos para la construcción del pensamiento ulterior.

Siguiendo el hilo de lo comentado, los mecanismos productivos exigen del ordenamiento, administración y optimización de los recursos, tanto humanos como materiales, que derivan de los años de experiencia y resultados apuntados paulatinamente, de tal forma que las economías se convierten en maquinarias rentables capaces de crear riqueza a través de los procesos registrados, sumados y perfeccionados.

Dice el académico nigeriano Kole Omotoso al respecto que “pasar de la oralidad a la escritura es hacerlo de la magia a la ciencia; de la falta de lógica a un estado de conciencia racional, y de un estado de caos mental a un proceso mental controlado”.

Quizás sea una de las razones para entender que las sucesivas contribuciones económicas de la comunidad internacional, encausadas a través del Fondo Monetario, el Banco Mundial, Naciones Unidas, o las ayudas de cooperación al desarrollo comprometidas por muchos países ricos; no han bastado para poner en marcha el motor de la actividad moderna en las regiones subsaharianas, que subsisten con un básico sistema de economía popular y comunal desde la noche de los tiempos.

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